En los grandes centros urbanos los alquileres están por las nubes y el sueño
de vivir en una casa propia insiste en ser solo eso, un sueño. En nuestra Argentina
actual, hasta que los datos del último censo salgan a la luz, se estima que tenemos un
déficit habitacional de 4.000.000 de hogares. Un número que duele pero que reaviva la
lucha por tierra, techo y trabajo.

La pandemia demostró que para muchos fue imposible cumplir en buenas
condiciones con el aislamiento social. Calles anegadas por lluvias e imposibilidad de
acceso de ambulancias y proveedores, gran cantidad de viviendas precarias con altos
niveles de hacinamiento y la imposibilidad de acceder a servicios básicos debido a la
deficitaria o inexistente infraestructura, es la realidad de la mayoría de barrios
populares en nuestro país. Peor es en las zonas rurales y particularmente en el norte,
donde la extrema pobreza, el hambre y la falta de agua para consumir y producir,
endurecen aún más las condiciones de vida del campesinado pobre y los originarios.
Esta es la situación en la que se encuentra gran parte de nuestro pueblo,
generalmente en asentamientos informales, en núcleos habitacionales transitorios y
villas de emergencia, ocupando zonas ambientalmente desfavorables e inundables.
Para lxs que pueden acceder a alquilar un departamento, cada vez se hace más
complicado hacerlo, por la suba desorbitante de precios, las delirantes exigencias de
las inmobiliarias, la especulación de las mismas y de algunos propietarios con los
cambios de la Ley de alquileres, que sigue postergando a los inquilinos.. Muchos
trabajadores informales quedan afuera de las políticas estatales de viviendas y se
recurre a la autoconstrucción sin asistencia técnica y en condiciones de precariedad
habitacional, jurídica y laboral. A su vez, la represión policial para desalojar las
ocupaciones, terminan por empeorar el cuadro. Esto demuestra como el sistema hace
de nuestras necesidades y derechos, un negocio, que nos empuja vivir en
hacinamiento.
Un drama con antecedentes históricos
Esta realidad de la falta de vivienda, no es así porque sí. La democratización de la
tierra, la reforma agraria, es una tarea pendiente de la Revolución de Mayo y de las
luchas por la independencia. El latifundio terrateniente generó una estructura
productiva agroexportadora que continúa hasta nuestros días y en este contexto, la
emigración constante del campo a la ciudad que no para, dejó a la población rural en
menos del 10%. No es un proceso de urbanización, como en los primer gobierno
peronista, donde las masas de trabajadores rurales llegaban a los centros industriales
que crecían. Es el desangre de campesinos pobres y medios, originarios y obreros
rurales, que se concentran en las periferias de las principales ciudades, en
asentamientos que se transforman en villas.
Tierra, techo y trabajo
En el camino de luchas por los cambios estructurales profundos, es necesario hoy, que
el gobierno, (contrariamente a los cuatro años del macrismo), tenga como una de sus
prioridades, reducir la falta de vivenda. Para esto, debe asumir el problema
implementando políticas de acceso a la tierra, y otorgando presupuesto para la
construcción de viviendas. Nuestro pueblo tiene una gran capacidad de construcción
colectiva e individual con la que se puede generar y articular unidades productivas
(ladrillerías, aserraderos, bloqueras, etc) que además, crearían puestos de trabajo.
Los diputados del PTP en el Frente de Todos, Juan Carlos Alderete y Verónica Caliva
presentaron un proyecto de Ley en 2020, que contiene estos aspectos y que busca dar
una respuesta concreta a todas estas demandas.
La prioridad debe ser dar respuestas a la gran necesidad de Tierra, Techo y Trabajo y
no a los compromisos con acreedores externos, como el FMI, por deudas contraídas
de manera ilegitima e ilegal. Es fundamental impulsar este camino en el Frente de
Todos, fortaleciendo la unidad, para tomar medidas sobre los que se beneficiaron con
macrismo y hoy lo siguen haciendo. Todo esto en la lucha por una revolución que
termine con el latifundio y la dependencia, con una reforma agraria que distribuya la
tierra para los que la trabajan.
Alquileres por las nubes
Desde el 1 de junio, muchos inquilinos vieron reflejado un considerable aumento del
valor del alquiler 2022. El aumento para aquellos que cumplen su segundo año de
contrato en el sexto mes del año oscila entre el 55% y el 58%. El 80% de los inquilinos
tiene problemas para pagar el alquiler en AMBA.