Ese sentimiento al que se le han dedicado poemas, canciones, películas, obras de teatros; hoy está en el banquillo. Ya no vemos como natural muchas de las formas con las que “aprendimos a vincularnos”. Y eso que creemos un tema “individual”, es en realidad profundamente colectivo y político.

El movimiento de mujeres avanza y a su paso arrollador se lleva puesto mandatos, abusos y abusadores, cuestionamientos, prejuicios y todos lo que nos ha dolido por años. Convertimos eso que creíamos individual en colectivo, y eso naturalizado en un problema político.
Aunque el amor y las relaciones venían siendo solo charlas entre mates, hace ya algunos años lo cuestionamos para ponerlo en la agenda del movimiento y pasó a ser un tema en los talleres del Encuentro Nacional de Mujeres, en las juntadas, reuniones y en todos los espacios que conquistamos.
Con una raíz profundamente política, porque éste movimiento de mujeres que vino a cuestionarlo todo, está discutiendo los cimientos más duros y antiguos de este sistema. Un sistema capitalista y profundamente patriarcal que necesita que la dinámica de las relaciones tenga la base sobre la propiedad del otro y por lo tanto, legitima las relaciones de poder que dan paso a los relatos de la más cruenta violencia en miles y miles de parejas. Cuestionar nuestro rol en la familia, en la casa, en la pareja, en la crianza de los hijos es cuestionar cómo son los vínculos, cómo es el amor. Cansadas de que éste sea el ideal del amor, que responde a una clase y a ciertos intereses, empezamos a repensar cómo construir vínculos más sanos, con responsabilidad y cariño mutuo.
Sacar las etiquetas
Y en la búsqueda de “un ideal del amor” –sea heterosexual o sea homosexual- que vaya a acorde con nuestros intereses, que nos haga más feliz y que nos permita establecer vínculos en relativa igualdad, hemos desarrollado distintas experiencias. Así también fueron surgiendo etiquetas para las orientaciones, decisiones y formas de vinculación que a veces no aportan a esa búsqueda, ya que estigmatiza más de lo que nos libera: “paki”, “marika”, “mono”, “abierta”, “poli amor”, “cis”, “hetero”, entre otras.
Pero lo que está de fondo (más allá de las teorizaciones que hay detrás de todos estos conceptos) es la búsqueda de una relación que no nos oprima tanto, que no duela y nos deje lastimadas- lo que esencialmente nos pasa a las mujeres en esta sociedad patriarcal- y podamos compartir con un otrx algo que sea genuino.

Nada de nuevo, en lo nuevo
Aunque el cuestionamiento al amor y a las relaciones de pareja, pareciera un tema “nuevo”, lo cierto es que hoy se generaron condiciones para poder discutirlo más abiertamente. Pero hubieron personas que hace muchos años pusieron en debate el ideal de amor romántico. Una de ellas es Alexandra Kollontay, líder de la Revolución Rusa de 1917, quien afirmó: “si desaparecen en las relaciones sexuales la pasión ciega, absorbente, el sentimiento de propiedad sobre el otro, si pierden su fuerza la soberbia masculina y la monstruosa renuncia asimisma que hace la mujer, veremos en cambio desarrollarse en el amor otros rasgos preciosos: el respeto por la otra persona, la aptitud en tomar en consideración sus derechos”. Y no se refería sólo a las relaciones “formales”. Eso que ahora le llaman “responsabilidad afectiva”, ya estaba siendo cuestionado en las primeras décadas del siglo 20. Claro, en un país donde había triunfado la Revolución Proletaria y se estaban construyendo los cimientos de la nueva sociedad socialista.
Amar y ser libres, en un país liberado
Algunas de las múltiples formas de relacionarnos, nos las pintan de liberadoras, o como garantía de igualdad. Como si por ejemplo tener una relación poliamorosa, fuera superior a una monogámica. Claro, la primera se sale de lo normal, pero sigue funcionando en el mismo sistema capitalista patriarcal, con personas que hemos sido moldeadas por las ideas dominantes, por una “moral burguesa” como la denominaban las pensadoras marxistas
Este debate lo abordó también la feminista francesa, Claude Broyelle, en su viaje a la China Socialista. En su libro la Mitad del Cielo afirma que solamente en una relación entre personas “igualmente libres, podrá tomar forma una sexualidad no represiva, libre”. Que esa nueva moral no viene “hecha”, sino que se crea a partil de la “crítica radical de la moral burguesa, y de la transformación conjunta de todas las relaciones entre los hombre y las mujeres” Es imposible pensar la transformación de las relaciones si no lo hacemos de la mano de pelear por cambios revolucionarios en la sociedad, por dar vuelta este sistema, porque no se puede vivir “en los márgenes”. Transformar la realidad, para transformarnos a nosotrxs. Y mientras luchamos por cambiar esta sociedad profundamente injusta y desigual, continuaremos recorriendo el sinuoso camino del amor y las relaciones, haciendo los mayores esfuerzos por poner en práctica lo que aprendimos a nombrar como «responsabilidad afectiva».
