
Se cumplen 44 años de la muerte de Mao, que al frente del Partido Comunista de China condujo al pueblo chino a la Revolución triunfante en 1949, y peleó hasta el último de sus días por la construcción del socialismo en el país más poblado de la tierra.
En estos tiempos, las enseñanzas de Mao Tse Tung tienen más vigencia que nunca, y son una guía para los revolucionarios en la larga lucha por terminar con la explotación del hombre por el hombre y con la sociedad dividida en clases, en nuestra patria y en todo el mundo.
El marxismo no es un dogma, sino una guía para la acción
Cuando Mao era joven, China era un “gigante dormido”: a pesar de sus miles de años de historia, las grandes potencias controlaban su economía, los señores de la guerra tenían poder sobre provincias enteras y millones de campesinos pasaban hambre y tenían sed de tierras. Él fue uno de los miles de jóvenes a quienes inquietaba esta situación, para la que buscaban una salida; por eso fue tan importante la Revolución Rusa de 1917, que mostró que los obreros y los campesinos podían tomar el poder y dirigir el país hacia el socialismo.
Fue así que Mao se convirtió en uno de los fundadores del Partido Comunista en 1921, entendiendo que sólo el marxismo salvaría a China de su situación de miseria. En ese proceso, discutió con aquellos que sostenían que en China, para hacer la revolución, había que copiar mecánicamente lo sucedido en Rusia. Su insistencia en la necesidad de estudiar y conocer la realidad y la historia de su país, permitió al Partido hacer una caracterización justa de las tareas de la revolución, de cuál era el camino para su triunfo y de quiénes serían sus amigos y sus enemigos. Esto fue clave para el triunfo de la Revolución China en 1949, que sacó al país del atraso, terminó con el hambre y permitió la construcción del socialismo.
Con ella se comprobó uno de los principales aportes de Mao: la teoría de la Revolución de Nueva Democracia, fundamental para países oprimidos por los imperialismos, como Argentina. Aprendiendo de sus lecciones, el PCR ha luchado por integrar el marxismo-leninismo-maoísmo con nuestra realidad y nuestra historia. Por eso es que, partiendo de que el nuestro es un país dependiente, oprimido por el imperialismo, en el que predominan relaciones capitalistas de producción y reina el latifundio en el campo, luchamos por una Revolución que resuelva en una primera etapa las tareas democráticas, agrarias y antiimperialistas, para avanzar ininterrumpidamente a la etapa socialista.
Frente único y línea de masas
Durante el largo camino de la Revolución China, Mao defendió la necesidad de que el Partido impulsara la línea de frente único, uniendo todo lo posible de unir para enfrentar un enemigo por vez. El ejemplo más claro se dio en la década del ’30, cuando Japón invadió China y el Partido Comunista impulsó la formación del Frente Único Nacional Antijaponés. Los comunistas demostraron que estaban dispuestos a poner por delante las necesidades del pueblo, ya que se unieron con el Kuomintang, la fuerza política que gobernaba el país, que los había traicionado y que incluso había asesinado a la esposa y los hijos de Mao. Esa unidad permitió derrotar a los invasores japoneses en 1945, abriendo el camino que llevó al triunfo de la revolución 4 años después.
Esta experiencia dejó otra enseñanza para los países oprimidos como el nuestro: que hay dos tipos de burguesía. La burguesía intermediaria, que debe su desarrollo a sus relaciones con los imperialismos; y la burguesía nacional, que tiene un doble carácter, ya que por un lado es contraria a la clase obrera, pero por otro tiene contradicciones con los imperialismos, lo que permite unirse con ella en determinados momentos, sabiendo que puede traicionar. Tener en cuenta esto en Argentina es muy importante, ya que la disputa por la conducción política del pueblo es principalmente con el peronismo, un movimiento creado por la burguesía nacional; en este sentido, ella es nuestro contrincante.
Por otro lado, Mao impulsó en todo momento, para el Partido y los Frentes Únicos, la línea de masas; la necesidad de fundirse con ellas, y de tener pegada la oreja al piso para calibrar las necesidades y opiniones de las mismas, para sintetizarlas y devolverlas en consignas que permitieran avanzar en la organización y la lucha. Esto permitió que su Partido creciera de a miles, y lo tomamos como lección para integrarlo con nuestra práctica cotidiana. Los comunistas somos una minoría, pero podemos jugar un rol de vanguardia, teniendo en claro que el centro de nuestra política nunca son los activistas, sino las grandes mayorías.
La lucha continúa después de la Revolución
Otro de los grandes méritos de Mao fue haber podido entender lo que había sucedido con la Unión Soviética; después de 1956, aprovechando errores cometidos por Stalin, la burguesía había tomado nuevamente el poder y había restaurado el capitalismo. El país que para millones era un ejemplo de socialismo, había cambiado, y transformándose en un país socialimperialista: socialista de palabra e imperialista en los hechos.
Esto permitió que Mao desarrollara la teoría de la continuación de la revolución en la dictadura del proletariado: la necesidad de nuevas revoluciones incluso en el socialismo, porque la lucha de clases continúa; el capitalismo no termina de morir, y se expresa en ideas burguesas dentro del Partido. Así, a través de la Revolución Cultural, desde 1966, que permitió combatir aquellas ideas y desplazar del poder a los seguidores del camino capitalista, se defendió el socialismo en China por más de una década.
Luchar y fracasar hasta la victoria
El comunismo fue derrotado, pero no fracasó; hoy no hay países socialistas en el mundo, pero los trabajadores y los pueblos oprimidos aprendemos de las experiencias previas para luchar en mejores condiciones y obtener nuevos triunfos. Para esto es imprescindible tomar las enseñanzas de Mao Tsetung.
Con el Frente de Todxs damos un ejemplo de lucha por la unidad dando el golpe principal al sector de monopolios, terratenientes y oligarcas de las clases dominantes que se referencian en el macrismo y juegan en la estrategia de los yanquis en la región. Golpeamos junto a sectores que estratégicamente son enemigos, y no nos ilusionamos con que las elecciones resuelvan las necesidades de nuestro pueblo; sólo el comunismo salvará a la Argentina, y aquel existe porque existen el maoísmo y el PCR. Tomar con toda la fuerza la tarea de derrotar a Macri nos tiene que permitir acumular fuerzas para una salida revolucionaria, haciendo posible lo necesario: que la Argentina blanca sea finalmente roja y de los de abajo.

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