Por tercer año consecutivo vamos al paro en el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.

Miles se organizan en todo el país para una gran jornada del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora. En cada lugar de trabajo, escuela o barrio se discute como garantizar por abajo el Paro Internacional convocado en muchos países del mundo.
Una vez más tenemos que decir que somos las más afectadas por la política de hambre, ajuste y entrega que lleva adelante el gobierno de Macri.
En la actualidad 4 de 10 familias están a cargo económicamente de mujeres. Cada vez somos más las que trabajamos en el trabajo formal o informal remunerado, y el 76% del trabajo domestico no remunerado es llevado a cabo por mujeres. Pero 7 de cada 10 mujeres somos pobres, el 10,2% de las mujeres estamos desocupadas, somos el 68% del 10% con menores ingresos de la población y ganamos un 27% menos con respecto a los varones.
Doble opresión y doble jornada laboral
Al igual que en las anteriores sociedades divididas en clases, en el capitalismo se mantiene nuestra posición subordinada. Por eso decimos que la mayoría de las mujeres sufrimos una doble opresión: por nuestro género y por nuestra clase.

En la base de esa doble explotación está el trabajo doméstico y el rol de la familia cómo unidad económica de la sociedad encargada de garantizar las condiciones de reproducción de la vida humana: la crianza de niños/as y las tareas domésticas. Estas tareas son un trabajo esencial, pero generalmente “invisible”, que se nos atribuyen a las mujeres y que nosotras realizamos por la fuerza de la costumbre, el afecto y los valores dominantes.
Con nuestro trabajo en el hogar, garantizamos que los trabajadores obtengan descanso, ropa y alimento para reiniciar sus tareas día a día, contribuyendo a reproducir la fuerza de trabajo del obrero en beneficio de los capitalistas que evitan así mayores costos salariales.
Aunque las mujeres nos hemos ido incorporando al mundo del trabajo en la sociedad, esto no cambió nuestro lugar de subordinación. Por eso, la mayoría de las mujeres cumplimos una doble jornada de trabajo: afuera de la casa (trabajo remunerado) y garantizando el funcionamiento del hogar recayendo sobre nosotras las tareas domésticas (trabajo no remunerado).
Por eso, cuando discutimos la convocatoria a este nuevo paro de Mujeres, no sólo nos organizamos en la fábrica, en los colegios y universidades, en las oficinas, sino que seguimos denunciando que el trabajo doméstico no remunerado es esencial para que el sistema siga funcionando.