Amanece en el barrio Balbi y el sol y el viento secan el barro de las recientes lluvias. De a poco, el predio recuperado y mantenido en condiciones por los compañeros y compañeras de la CCC comienza a llenarse gente. Son gurises y gurisas que vienen de diferentes barrios de Paraná a compartir su primer encuentro de escuelitas deportivas.

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Mientras tanto, dentro de la Casa de Acompañamiento y Asistencia Comunitaria “José Daniel Rodríguez” comienzan a aprontarse los preparativos para disfrutar de la jornada de deporte e intercambio: que no falte el jugo ni las facturas, tampoco las frutas ni las pizzas para el almuerzo. Dos parlantes enormes prestados por algún vecino musicalizan todo el lugar. Las compañeras y los compañeros de la CCC y los integrantes del movimiento #NiUnPibeMenosPorLadroga han trabajado arduamente los días anteriores para garantizar que esté todo lo necesario. Nos cuentan que el encuentro surge como una propuesta y una necesidad de todo el barrio, de la CAAC, del grupo de prevención de adicciones, de los integrantes de la copa de leche y el ropero comunitario. Juntos trabajaron durante semanas para organizar la puesta a punto de las canchas, entre otras cosas. También se sumaron estudiantes universitarios de la Corriente Estudiantil Popular Antiimperialista (CEPA) y estudiantes secundarios del Movimiento de Unidad Secundaria. La alegría, los gritos y el juego corren por parte de los gurises y gurisas que serán, en este día, los protagonistas.

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Soledad Franco observa atentamente el partido desde un costado de la cancha. Mia y Joel, sus hijos, son parte del equipo de la escuelita “Ismael Grandoli”, que ella coordina en el Barrio Toma Nueva. En un entretiempo, entre jarras y vasos con agua, nos comenta que la escuelita funciona hace dos años, pero que recientemente decidieron llamarla “Ismael Grandoli” en memoria de un compañero del barrio que jugaba al fútbol y falleció por leucemia. “Lo más importante para nosotros es sacar a los chicos de la calle, que no sigan el camino de las drogas, sacarlos de la esquina”. Soledad, como todas las compañeras de la CCC, conoce de primera mano la pelea por techo, por acceso a una vivienda digna, a un trabajo. Y también las batallas que libran día a día para arrancar a los pibes y pibas de la droga.

Maximiliano Cáceres sonríe con franqueza y se presenta diciendo “no estoy capacitado para esto, pero con mis compañeros tenemos la voluntad y la fuerza para sacarlo a flote”. Se refiere a la escuelita deportiva “Hora Libre” del Barrio Villa María. La escuelita funciona hace unos tres meses y tiene espacios de fútbol femenino y masculino, y también básquet.

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Al ver a Maxi al costado de la cancha, dando indicaciones a sus equipos y conteniendo a sus gurises y gurisas, está más que claro que, más allá de estar capacitado o no, lo que realmente importa es el vínculo que construye día a día con los chicos y chicas del barrio. “En la zona que nosotros estamos no accedemos a cosas como el deporte y la cultura, por eso creo que tener esto es fundamental para los chicos”. Maxi, junto a otros compañeros y compañeras de la CCC se organizan para generar los espacios necesarios para que los pibes y las pibas tengan acceso a todo aquello de los que el gobierno los deja afuera: actividades culturales, recreativas, deportes.

Leonardo y Darío Rondan son hermanos, delegados de la CCC y los encargados de llevar adelante, desde hace tres meses, la escuelita “Juventud Unida Solidaria Deportiva”. Entre sesenta y setenta chicos y chicas practican fútbol y vóley en el Barrio Franzotti. Aprovechando un descanso de la intensa jornada, Darío toma asistencia a su grupo, y mientras, nos cuenta: “Nosotros queremos sacar a los pibes de la calle porque ven cosas malas. Y queremos hacer inclusión social, que construyan vínculos entre ellos, que hagan amigos y aprendan a ser solidarios”.

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Martín Serur es el coordinador de la escuelita deportiva del Barrio Balbi. Mientras los gurises y gurisas disfrutan de un almuerzo en la CAAC “José Daniel Rodríguez”, nos cuenta que su escuelita está en medio de cinco barrios muy carenciados y que todas las semanas concurren alrededor de 26 niños y niñas de diferentes edades. “Nosotros pensamos al deporte desde la salud, desde la promoción de la salud, tratando de integrarlo con diferentes aspectos de la vida de las madres y padres que hay en los barrios, que están luchando día a día por una vivienda justa, trabajo, educación. En ese contexto es donde nosotros pensamos la escuelita de fútbol. Es un espacio en donde se generan vínculos transformadores de la realidad para pelear por esta situación que es cada vez más grave”.

Diferentes barrios, mismas problemáticas. La droga es una estación de llegada de una cantidad de sufrimientos y problemas que atraviesan los jóvenes de nuestro país que se ha agravado por las políticas que lleva adelante el gobierno de Macri, como la falta de trabajo, la imposibilidad de acceder a la educación, al deporte, la salud y la cultura.

Los partidos terminan, el almuerzo finaliza. Hoy no hubo perdedores, todos los jugadores y jugadoras se saludan cálidamente. Los pibes y pibas comienzan a organizar la retirada, la larga procesión que los llevará de vuelta a sus barrios, a sus plazas, a sus casas, con sus amigos.  Desde #Niunpibemenosporladroga reafirmamos nuevamente que seguiremos adelante por una infancia y una juventud transformadora, que luche por sus derechos a una educación de calidad y liberadora, por trabajo digno y acceso a la cultura y el deporte.

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