Charly Olivero, cura villero, es coordinador del Hogar de Cristo (lugar de recuperación de adictos) y es director del centro barrial de la villa 21-24 y Zavaleta. Fuimos a la iglesia Caacupé, una parroquia ubicada en el corazón de la villa, para hablar con el sobre su trabajo y los desafíos del presente.
¿CÓMO ARRANCARON EL TRABAJO EN EL BARRIO?
CHARLY: Pepe llega acá con la indicación del obispo de hacerse cargo de los pibes. En ese momento Caacupé estaba tomada por una banda, guardaban las armas en Caritas, en el tinglado tenías agujeros de las balas. El cura anterior renuncia porque la situación lo pasa por encima. Pepe empieza un trabajo grande que podríamos decir de prevención inespecífica: hacer a los pibes jugar a la pelota, encontrarse, arte, tener un lugar sano, y la gran inquietud en ese momento es encontrar los líderes sanos en el barrio, pibes que de algún modo le están apostando al colegio o al trabajo y proponérselos a los más chicos como ejemplos
¿DE QUÉ AÑOS ESTAMOS HABLANDO? ¿CUÁL ERA LA SITUACIÓN SOCIAL?
Yo llegué en el 2002, pero todo este movimiento arranca en el 97. Era un momento de una crisis social profunda en Argentina, y el barrio estaba quebrado. Aparecieron armas y un día se pudre todo en un campeonato de fútbol y no se podía salir de eso. Era como una guerra de bandas. La que ve Pepe es que no podía pedirle a la gente que se moviera, entonces empieza a hacer capillas y ermitas en distintos lugares del barrio y los que se movían eran los curas. Para el año 2005 más o menos arranca “Niños de Belén” en la zona de Amancio Alcorta, un centro para pibes en situación de calle. Fue el momento en que el paco empieza a expandirse más, pibes que quedan tirados, un horizonte muy negro para el que no había respuesta. En ese momento para internarte tenías que ir a tres reuniones en el SEDRONAR, en el microcentro, con diez días entre una y otra, tenías que tener documento de identidad, no tener causa penal… suponé que eras Mandrake y podrías atravesar todo ese tramiterío, los pibes iban a una comunidad terapéutica en las que en aquella época la taza de permanencia para los pibes del paco era de menos del 11%, es decir, de 100, sólo se quedaban 11. Pero aun así, el que terminaba el tratamiento, que le daban el alta, diploma, la mano, abrazo y todo volvía al barrio y estaba en pelotas, no tenía trabajo, nadie que lo ayudara.
¿FRENTE A ESTE PANORAMA COMO SIGUIERON?
Nosotros empezamos porque vimos que la respuesta era ineficaz y no estaba pensada para los pibes nuestros. El primer Centro Barrial es el Hurtado que nace en el 2008. Vino Bergoglio, era un jueves Santo, 20 de marzo y le lavó los pies a siete pibes: seis pibes y una piba. Él nos dijo dos cosas: “hay que recibir la vida como viene, y esto es cuerpo a cuerpo”. No hay una industria de la recuperación: cada uno es una historia singular, única, cada uno tiene una dignidad que va a hacer que su propio camino sea distinto del de otro. Y cuerpo a cuerpo era involucramiento personal, no se puede hacer sin poner el cuerpo. El lenguaje tenía que ser el de los pibes. Y recibir la vida como viene era también, toda la vida, no una parte; yo no podía decir “yo me dedico a tu relación con la droga, pero tu problema con el trabajo resolverlo en otro lado, o los problemas con tus hijos, con el DNI, o las causas penales acá no”. Si tenés un problema con la justicia penal, vamos juntos; si tenés un problema con la sífilis, yo voy a estar con vos; vamos a recorrer juntos los caminos que sean.
¿ASÍ ARRANCA EL TRABAJO DE LOS CENTROS BARRIALES?
CHARLY: Los centros barriales son respuestas, no propuesta…es hacer una familia con esa gente y juntos empezar a pelear y a encontrarle la vuelta. Cuando fuimos comprendiendo esto, de diez doce pibes, de un día para otro empezamos a tener 120 pibes. Pero claro, cada una de esas personas que vos tenías que acompañar eran días enteros recorriendo oficinas, trámites, y como era que un grupito chiquitito íbamos a poder acompañar eso, era imposible. Entonces los pibes empezaron a acompañarse entre sí. María que había estado en calle y que había tenido varios hijos en la calle, recibía pibas en su casa que estaban en la misma situación que ella y las acompañaba a la Maternidad porque había pegado buena onda. Jorge que estuvo 18 años preso y que conoce mejor que nadie la lucha del alma adentro del Penal por no ponerse mal, visita los penales; y así cada uno empezó a agarrar un lugar. Lo primero que vimos es lo bien que le hacía a los pibes ayudar a otro. Ese pibe que la sociedad marcaba como peligroso, “de vos no puede salir nada nuevo”, de repente le estaba salvando la vida a otro.
RECIENTEMENTE LA PASTORAL DE ADICCIONES CON PEPE A LA CABEZA RECLAMÓ QUE SE DECLARE LA EMERGENCIA EN ADICCIONES
CHARLY: Hay un énfasis del gobierno actual en la lucha contra el narcotráfico, y no es que esté mal perseguir el narcotráfico, el tema es que si eso no se corresponde con políticas de cuidado hacia los pibes, eso termina expresándose en más atropellos de las fuerzas. Se traslada el rostro del enemigo a ese pibe pobre, porque eso está en la construcción social. La diferencia que hay entre el presupuesto del SEDRONAR y el del Ministerio de Defensa es de 30 a 1. Entonces ahí pensamos en esto de la emergencia, para sacudir un poquito la escena pública haciendo eco del reclamo de las organizaciones sociales que se expresaba en “NiUnPibeMenosxLaDroga”. Queremos volver a meter el tema en agenda, que fluya plata al cuidado de los pibes: no sólo en el tratamiento de la adicción, sino centros culturales, deportivos, y que los pibes puedan encontrar un lugar donde organizar su vida.