Cómo sucede con muchas figuras políticas y artísticas, cuya obra o militancia impacta en la vida o ideas de la gente, el capitalismo sabe agarrarse de eso para convertirlas en meras mercancías. Hoy Frida está en remeras, billeteras y carteras pero… ¿quién fue realmente?

frida-oneMagdalena Carmen Frida Kahlo fue una reconocida pintora mexicana cuya obra y vida -tanto personal como política- cautiva y atrae a un público cada vez más grande. Nació en 1907 pero ella prefirió decir que lo hizo en 1910, año de la última Revolución Mexicana. A pesar de provenir de una familia “acomodada”, ya que su padre trabajaba como fotógrafo para el dictador Porfirio Díaz, Frida siempre se identificó con la clase obrera y campesina, clases que llevaron adelante el camino revolucionario en su país.

Rompiendo los moldes

Desde muy chica, cuestionó los mandatos impuestos sobre su rol como mujer y el destino único de formar una familia y dedicarse al hogar. Aunque en algún momento pensó en dedicarse a la medicina, luego se decidió por continuar en la escuela de arte más prestigiosa de su ciudad. El año que ella ingresó fue el primero en el que se admitieron mujeres y pudo ser una de las apenas treinta que lo consiguieron. Mientras cursaba sus estudios conoce a Diego Rivera, el pintor más famoso de su país, quien años más tarde se convertiría en su esposo.

Desde muy chica, Frida sufrió numerosos problemas de salud que le impidieron moverse con facilidad y afectaron durante toda su vida, su normal actividad cotidiana. Cuando todavía era muy joven sufrió un grave accidente que la dejó postrada, y es cuando decidió comenzar a pintar y es allí donde comienza con sus famosos autorretratos.

A pesar de su dura caída, decide no rendirse y encuentra en el arte el camino para expresar sus dolores. En sus cuadros logra explayar tanto su sufrimiento, como también retrata su identidad mexicana y sus convicciones políticas.

Una comunista

frida_kahlo_16 y obrerosEl reencuentro con Diego Rivera tiene lugar en el seno del Partido Comunista Mexicano, al que él ya pertenecía y del que luego ella formaría parte. Poco tiempo después se casaron y llegaron a ser una de las parejas más singulares y atrayentes de la época.

Diego era mayor que ella, con una gran experiencia y reconocimiento como artista. Logró ser un representante del arte de la revolución, y en sus obras se descubren sus convicciones políticas. Frida también poseía sus propias convicciones y muchas de las veces fue más consecuente que su esposo en cuanto a su papel como figura pública y lo que les tocaba como inspiradores de la época. Pudo notarse a través de sus pinturas que en los recurrentes viajes a los Estados Unidos cuando acompañaba a su esposo, Rivera estaba muy cómodo gozando de su fama y reconocimiento, mientras que ella sufría el desapego con su tierra y las causas nobles que en ella se estaban postergando.

Con la hoz y el martillo hasta la tumba

Sin dudas, su salud siempre le jugó una mala pasada, pero ella quizás supo encontrar en su sufrimiento físico, un talismán para curarse. Sin embargo, los más duros enfrentamientos los tuvo con su amado Diego Rivera: por su figura, su impronta y su machismo. Él decía amar a Frida, y la considerarla “un genio”, la admiraba por “el pintor” que llevaba dentro, pero su confusa pasión hizo de una niña rebelde, una mujer totalmente dependiente de la relación que ambos pudieron configurar.

Quizás por aquella dependencia, y al estar a la sombra de una persona tan instalada en el medio artístico, Frida sólo vendió uno de sus cuadros en toda su carrera y sólo al final de su vida pudo realizar una publicación de sus obras en su queridísimo México.

Su arte nos atrae, nos identificamos sobre todo por la ruptura de los estereotipos sobre la belleza de las mujeres. Quizás su actividad política no llegó a conocerse o divulgarse en profundidad, tal vez siempre fueron más “compradoras” las anécdotas de sus parejas, sus elecciones sexuales, su apasionada forma de amar. Fue una mujer que buscó su lugar en un mundo reservado a los hombres, que apostó por la revolución, que lo llevó en su actividad cotidiana, a la que le fue fiel a su manera y posibilidades. Llevó a la hoz y el martillo hasta su día final como símbolo de libertad y reconocimiento a su pueblo mexicano. Murió en Coyoacán el 13 de julio de 1954. Su féretro fue cubierto con la bandera roja del Partido Comunista.

“Debo luchar con todas mis fuerzas para destinar la poca energía positiva que mi mala salud me ha dejado a apoyar la revolución. La única razón real para vivir”


Admiradora de los grandes revolucionarios

Hay una parte que se minimiza de la historia de Frida. Ella era comunista y aunque no es una de las cosas que se diga cuando se habla de su obra, era admiradora de los grandes líderes de las revoluciones socialistas del siglo XX: Lenin, Stalin y Mao Tse Tung. También de Marx y Engels. Así quedó plasmado en las páginas de su diario íntimo: “Leer a Lenin-Stalin. Aprender que yo no soy sino una parte de un movimiento revolucionario. Siempre revolucionaria, nunca muerta. Nunca inútil”.


 

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