En nuestro país las mujeres seguimos ganando menos que los varones y cumplimos una doble jornada laboral: en el trabajo y en la casa. De la mano de la profundización del ajuste se agravan nuestros problemas específicos. Pero cada vez somos más las que, en la línea de producción y en el campo de batalla de la vida cotidiana, damos la pelea para cambiar nuestra realidad.

Industria-automotriz-Guanajuato-planta-mujeres-trabajandoPara las mujeres la jornada de trabajo tiene 24 horas. Desde que nos levan­tamos y organizamos las tareas de la casa, preparamos a los chicos para el cole, resolvemos las comidas del día, y la seguimos luego en nuestros puestos de trabajo. Hablamos con Marina y Violeta, dos jóvenes labu­rantes de una empresa autopartista de Santa Fe, quienes nos cuentan cómo es la realidad que hoy les toca vivir.

Las dos coinciden en que lo principal es la organi­zación de la vida cotidiana. “Tenés que dejar todo listo desde la ropa de la escuela de los chicos, que hagan la tarea, ver un montón de cosas que por ahí en general un hombre no las piensa””, comenta Marina. “Son tareas que no están asignadas para los varones”, completa Violeta, “socialmente están asignadas a las mujeres y sacamos tiempo de donde no tenemos…la jornada de trabajo nunca termina”.

Esa doble jornada tiene otra cara, la de que las mujeres siempre tenemos que estar bien a pesar del cansancio y el agotamiento…es una demanda fuera y dentro de los ámbitos de trabajo. Comenta Violeta que eso se traslada incluso dentro de la fábrica: “vamos peinadas, maquilla­das, arregladas porque hay como una demanda, no es que por trabajar en la producción vamos mal arregladas…eso está impuesto porque los varones van con la ropa arrugada, sucia, no se arreglan y no está mal visto eso…en cambio si una mujer va desarreglada a trabajar, no encaja dentro de lo que se espera”.

LA CLASE NOS UNE

Las mujeres sufrimos una doble opresión, primero de clase por ser parte de la clase obrera y el pueblo, y de género, por el solo hecho de ser mujeres. Nuestras entrevistadas nos comentan que ambas cosas se expresan en su lugar de trabajo. “Por ejemplo cuando alguna compañera tiene un marido muy violento, que le pega…en esos casos, los com­pañeros se juntan, la ayudan, van a la casa, se organizan para acompañarla, incluso los varones”, relata Marina. En ese aspecto también se expresan las contradicciones que se dan en los sectores populares, porque incluso esos compa­ñeros que ayudan a una de nosotras, muchas veces ejercen algún grado de violencia con sus parejas.

Violeta habla de cómo con años de lucha y de plantarse frente a los maltratos de la empresa, lograron que la situa­ción de las mujeres mejorara un poco. “Antes los coordina­dores nos maltrataban, nos trataban de inútiles si teníamos algún dolor muscular que nos impedía realizar con normali­dad el trabajo; pero a partir del caso de una compañera que fue muy maltratada por los jefes por estar lesionada, nos juntamos todos los compañeros –varones y mujeres- hicimos una gran asamblea y le paramos el carro a esto de que los jefes maltraten a las mujeres”. Resaltan las dos que hoy hay una conciencia general de las compañeras y de los compa­ñeros que hizo que esa situación cambiara.

“AGUANTAR” EL RITMO DE PRODUCCIÓN

En la última década se agravó la situación de las y los jóvenes trabajadores. De la mano de la reducción de personal para abaratar costos, las empresas –con la vista gorda de los gobiernos de turno- fueron aumentando los ritmos de pro­ducción. “Esto se conjuga hoy con esta idea que mete también el gobierno de que tenemos que “aguantar” y ser productivos para salvar al país, se traslada a la empresa que aprovecha esta situa­ción”, enfatiza Marina. “En un puesto donde antes hacías 10 fundas, hoy haces 15 por hora…lo que nos preocupa es hasta donde va a dar nuestro cuerpo”.

Ellas indican que en su rama de la producción industrial, y en particular en su empresa, con­quistaron salarios acordes a la canasta básica y otras reivindicaciones gremiales, y que uno de los principales debates pasa por la intensificación de los ritmos de producción. Violeta “eso hace que nuestra vida útil se nos acorte, y eso creo que es la mayor preocupación: cómo hacemos para sobre­vivir al trabajo la cantidad de años que una cree que quiere estar en ese trabajo”. Y de la mano de eso, agregan seguir dando la pelea por el resto de los reclamos sindicales. “El tema es como nos organizamos para no rompernos el cuerpo o que tenga que tu compañero que trabajar más porque a uno no le da”.

ORGANIZARNOS PARA QUE LA HISTORIA SEA OTRA

Si hay algo quelas caracteriza tanto a Violeta, cómo a Marina es la fuerza y el empuje que tie­nen. Una de ellas tiene un camino más largo en la fábrica, la otra ingresó hace apenas pocos meses, pero ambas son parte de ese torrente de jóvenes que se sumaron a la producción al menos en la última década. Saben que los desafíos son muy grandes, pero que el camino es uno sólo: orga­nizarse para dar pelea por otra salida para los jóvenes en general, y para los laburantes en par­ticular. Y sobre todo saben que como mujeres, el desafío es doble, pero están dispuestas a cumplir el papel que hoy les toca…estando en la primera línea para dar vuelta la historia.


⇒Brecha salarial: según el Informe Mundial sobre Sa­larios 2014/15 de la Organización Internacional del Trabajo, las mujeres en Argentina ganan en promedio un 27,2 por ciento menos que los varones. La brecha salarial de género se amplía a menor nivel educativo de las mujeres, lle­gando al 50 por ciento de disparidad en el caso de aquellas sin ningún tipo de instrucción.
⇒Discriminaciones: las mujeres están expuestas a distintos tipos de discriminación en el mercado de trabajo. La “discriminación ho­rizontal” tiene que ver con la extensión de los roles reproductivos en la esfera labo­ral: las mujeres se concentran en rubros como el servicio doméstico, la enseñanza y los servicios sociales, comunitarios y personales (enfermeras, niñeras, etc). Una segunda discriminación es la “vertical”, y está relacionada a la escasa pre­sencia femenina en cargos y puestos jerárquicos –incluso con igual o mejor for­mación que sus pares.
⇒Empleo: mientras que las mujeres presen­tan una tasa de empleo del 42,6 por ciento, los varones tienen una tasa del 67,4 por ciento. La diferencia porcentual en este caso es de 24.7 por ciento. Asimismo, la tasa de acti­vidad de las mujeres durante el primer trimestre del 2014 es del 4 por ciento (en comparación con el 71,8 por ciento de actividad de los varones). Datos del Boletín de estadísticas de Género y mercado de trabajo del Ministerio de Trabajo.


 

LA PROBLEMÁTICA DE LA DROGA

Como pasa en toda la sociedad, el consumo de drogas avanzó también dentro de las fábricas, afectando particularmente a la juventud. “Se vive como algo natural el consumo no sólo de marihuana, sino también de cocaína e incluso de antidepresivos”, grafica Marina. “No es dro­garse para poder trabajar más o llegar con la productividad, sino tratar de tener la energía que perdés laburando, recuperarla afuera y estar activo. Es común llegar al lunes y que la pregunta sea ¿con qué te drogaste este fin de semana? ¿tomaste ácido, tomaste merca…qué tomaste?. Y esto le suma Violeta: “el tema es sostener la vida, porque una quiere ser produc­tiva, querés rendir en el laburo pero también querés ser feliz y esa felicidad para mucho es fumarse un porro, tomarse un pase o consu­mir alcohol”.
Lo viven con mucha preocupación y apare­ce también el tema de que para una parte, drogase te hace olvidar un poco los dolores del cuerpo. “Lo del dolor juega mucho, no es solo el cansancio…a vos te duele el cuerpo, las piernas, los brazos, las muñecas, la espalda… lamentablemente muchos optan por el con­sumo para pasar eso, porque así es como te lo meten”. La lucha contra la droga en las fábri­cas aparece también como uno de los grandes desafíos del momento.

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